domingo, 15 de febrero de 2009

ALQUIMIA Y ALIMENTACION


El camino hacia una armonía y equilibrio interior es un trabajo constante de equipo, en el que todos nuestros cuerpos energéticos, empezando por el de vibración más lenta y sólida (el cuerpo físico) y continuando con los cuerpos emocional y mental (de vibraciones más rápidas) tienen que cooperar al unísono. Cada uno vibra de diferentes formas, se alimenta de diferentes nutrientes, más sólidos o más vibracionales, y hay que entender sus necesidades energéticas. También somos únicos, por lo que hay que buscar nuestra propia forma de encontrar la armonía interior.


Dicen que cuanto más intensos y variados son los colores en un menú, es mucho más saludable y más nutritivo. Algo de razón tienen, aunque los pigmentos que presentan los alimentos nunca se han considerado esenciales para nuestro organismo, últimamente parece ser que hay evidencias de que favorecen la salud, pero no estamos muy seguros de ello.
Conocemos a alguien que sigue este tipo de dieta y siempre podemos observar que sus comidas son un verdadero arco iris, según dice, se encuentra muy saludable gracias a ella.
Hemos conocido varios tipos de dieta que argumentando ser de un tipo u otro, terminas dándote cuenta de que son prácticamente dietas mediterráneas pero con una pincelada de innovación y exclusividad.
De todas maneras le pedimos que nos explicara un poco más sobre los colores y la filosofía en la alimentación, más o menos resumiremos lo entendido.Hay una serie de consejos para realizar una dieta colorida, hay que buscar los 7 colores básicos de los alimentos y ponerlos en la dieta diaria. Estos son el amarillo, morado, marrón, azul, blanco, verde y rojo.
El amarillo representa la pigmentación de carotenoides (grupo de pigmentos vegetales liposolubles de color intenso), de acción antioxidante. Encontramos de color amarillo el limón, el melón, los nísperos, la piña, el plátano, etc. Este tipo de alimentos previene diferentes tipos de cáncer y evitan en general el posible daño celular en tejidos y mucosas en nuestro organismo.
Otro color, el blanco, representa a los alimentos que no poseen ningún tipo de pigmentación y que poseen una gran cantidad de alicina, presentan varios compuestos sulfurados como los ajos, los puerros o las cebollas. Por poner un ejemplo, la alicina se forma cuando cortas el ajo y las células de éste se rompen, su definición sería la siguiente, “sustancia aceitosa que presenta un color amarillo y que tiene propiedades bactericidas”. Por tanto es ideal para combatir infecciones y reducir el colesterol.
Así nos explicó uno a uno los colores que denominó básicos en la alimentación, nosotros fuimos más puñeteros y le preguntamos sobre colores que no estaban contemplados en la filosofía inicial, como por ejemplo el anaranjado. Su contestación fue muy lógica, es la mezcla del rojo y el amarillo, presenta propiedades de ambos colores.


A la hora de hacer la compra o durante el cocinado, conviene seguir una serie de medidas higiénicas que en muchas ocasiones parecen de Perogrullo, pero que no siempre se llevan a cabo poniendo en peligro, sin saberlo, la salud del consumidor. Un manipulado de los alimentos higiénico y responsable desde que éstos son adquiridos en el establecimiento de compra correspondiente hasta que son consumidos, evitan riesgos innecesarios para nuestra salud. Vamos a ver de qué forma debemos manipular los alimentos.
Ingerimos los alimentos por un lado, y básicamente, para satisfacer nuestras necesidades nutritivas, pero también por otro una vez que están satisfechas, para darnos placer sensorial, es decir, para gozar de su gusto, aroma, textura, etc. Cuando nos vamos a llevar a la boca el alimento, ya damos por hecho que éste es higiénicamente irreprochable y esperamos además de esta condición, que esté omnipresente y sea innegociable. La industria alimentaria se esfuerza por conseguir que todos los alimentos que produce sean higiénicamente seguros, sin embargo, esta tarea puede servir de bien poco si después el consumidor opera el alimento de manera incorrecta.
A la hora de manipular los alimentos debemos lavarnos bien las manos antes y después. Nunca debemos coger alimentos cuyo embalaje no esté intacto o limpio y se eludirán aquellas latas que estén golpeadas, hundidas, hinchadas u oxidadas. Para comprobar la frescura del pescado, éste deberá tener escamas firmes, ojos brillantes y las agallas rojas mientras que en el caso de la carne debe ser fresca, con buen olor y color. Al hacer la compra no conviene mezclar alimentos con productos de limpieza y otros productos químicos como la pintura. Siempre se ha de leer el etiquetado de los alimentos así como su fecha de caducidad, de tal manera que los colocaremos en los armarios de casa de forma que estén en primer lugar los alimentos cuya fecha de vencimiento esté más cercana y por detrás los que tienen una vida útil mayor con respecto a los que se encuentran por delante. Los huevos, por ejemplo, suelen tener una fecha de vencimiento de 28 días a partir de la puesta del mismo. Siempre debemos comprar los más frescos. Las verduras y frutas también han de ser examinadas antes de incluirlas en el carro de la compra para asegurarnos de que nos estamos llevando a casa un producto fresco. Una buena estrategia sería incluir en la cesta de la compra los productos no perecederos en primer lugar, los refrigerados a continuación, y finalmente los congelados.
Al cocinar, se debe evitar siempre que los alimentos crudos y cocinados entren en contacto para eludir la contaminación cruzada. Al emplear ciertos alimentos como las mayonesas o cremas, se debe evitar mantenerlas durante periodos prolongados al aire libre, y en el caso de los alimentos cocinados hay que asegurarse que han sido cocidos durante tiempo suficiente evitando el uso de cuchillos y demás utensilios de cocina que hayan sido utilizados para manipular comida cruda sin que hayan sido lavados a continuación. Los alimentos cuya fecha de vencimiento se haya cumplido deben ser desechados, y el cubo de los desechos debe encontrarse en un lugar alejado de la zona de manipulado. La refrigeración es una tratamiento muy benigno que causa ninguno o pocos daños en el alimento, y los que se suelen producir suelen ser por malas prácticas de manipulado y operación. El frío rebaja la actividad enzimática y microbiana haciendo los alimentos más duraderos. Igualmente, sirve para controlar los microorganismos y reacciones enzimáticas deseables en la maduración de vinos, quesos o carne.
La refrigeración retarda el consumo de oxígeno de la fruta por lo que es un buen sistema de almacenamiento en el hogar para retardar la aparición de la senescencia y el marchitamiento de la planta, es decir, para aumentar el periodo de tiempo durante el que ésta permanece en buenas condiciones para el consumo. Sin embargo, cada fruta tiene su propia temperatura crítica de almacenamiento por debajo de la cual se producen lesiones por el frío que son irreversibles. Estas lesiones son el pardeamiento interno y externo, la incapacidad para madurar, manchas en la piel, ablandamiento, etc. Así por ejemplo, no es recomendable someter a las manzanas a temperaturas inferiores de 2-3ºC, los plátanos, limones y el tomate verde deberán estar a temperaturas no inferiores a 12-13ºC, ni el mango a menos de 10-12ºC. Estos son algunos ejemplos, sin embargo estas temperaturas críticas dependerán de la variedad de cada especie. Por el contrario, existen otras frutas y verduras que no sufren daños si se almacenan a temperaturas en torno a los 0ºC e incluso menores como el membrillo, la fresa, alcachofa, coliflor, espinaca, algunas variedades de manzanas, cerezas, moras, higos, uvas, frambuesas, etc.
Los alimentos congelados son aquellos sobre los que se aplican temperaturas que rondan los 18 grados bajo cero o inferiores. Con la congelación de los alimentos se consigue aumentar sensiblemente su vida útil por el efecto combinado de la inactivación de los microorganismos y enzimas existentes en el producto, y la reducción de la actividad de agua del mismo ya que gran parte del agua existente en el alimento se encuentra en forma de hielo. Si la congelación, manipulado y procesado del alimento se lleva a cabo en condiciones adecuadas, sufrirá pocas pérdidas de sus propiedades organolépticas (aroma, sabor, etc.) y nutritivas.
El alimento congelado que recojamos del establecimiento de venta se debe encontrar en el interior del arcón congelador y nunca de ninguna manera debemos coger un paquete de alimento congelado que se encuentre fuera y llevárnoslo a casa, o introducirlo de nuevo en el arcón. La manera correcta de obrar en tal ocasión sería llamar al responsable de la sección de congelados, y ponerle al corriente del evento ocurrido. Es aconsejable que el tiempo que transcurra desde que el alimento se ha recogido del arcón del supermercado hasta que es introducido en nuestro congelador doméstico sea el mínimo, ya que los alimentos congelados siempre han de permanecer a una temperatura los más invariable posible. Si tenemos por ejemplo, un alimento congelado con partes divisibles dentro del paquete y sólo queremos cocinar parte de él (como por ejemplo, un paquete de croquetas), debemos extraer las croquetas que vamos a cocinar del paquete e introducir inmediatamente el paquete con las croquetas restantes en el congelador.
En el congelador no se han de introducir volúmenes muy grandes de alimento pues éste no está diseñado para ello. Así mismo, tampoco se han de introducir alimentos sucios que contengan tierra como frutas y verduras, si no que se deben lavar primero y cuando estén limpios, ahí sí que se pueden introducir. Por otra parte, si el hielo llega a “invadir” el congelador éste se ha de descongelar, lavar y desinfectar. Los alimentos que están todavía calientes no se han de introducir en el congelador ya que el calor hará variar la temperatura del resto de alimentos que se encuentran en el interior provocando daños en la estructura de los mismos, y posible crecimiento de microorganismos psicrófilos. Además, es necesario que los alimentos que se han extraído del congelador no se mantengan a temperatura ambiente durante largo tiempo sino que se introduzcan en un microondas, en fritura, cocción u otro mecanismo de cocinado a la mayor brevedad posible. Estos productos han de introducirse en el medio de cocinado a una temperatura no excesivamente alta ya que correríamos el riesgo de que ciertas partes estuvieran “hechas” y listas para el consumo, y otras frías y crudas. Para finalizar, siempre hemos de leer con atención la información contenida en el etiquetado sobre el manejo del alimento congelado.
Como se puede ver, ningún consejo es difícil de seguir y si nos fijamos, casi todo lo que se propone tiene bastante sentido común por lo que seguir unas pautas higiénicas al manipular los alimentos no es una tarea muy difícil si se presta un poco de atención.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone diez reglas de oro a seguir:
Elegir alimentos tratados higiénicamente.
Cocinar bien los alimentos.
Consumir inmediatamente los alimentos cocinados.
Guardar cuidadosamente los alimentos cocinados.
Recalentar bien los alimentos cocinados.
Evitar el contacto entre los alimentos crudos y los cocidos.
Lavarse las manos frecuentemente.
Mantener escrupulosamente limpias todas las superficies de la cocina.
Mantener los alimentos fuera del alcance de los insectos, roedores y animales domésticos.
Utilizar agua potable

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